Seleccionar página

La ciudad como conjunto de espacios (véase Componentes Urbanos en este mismo blog), funciona bien gracias a su compartimentación entre dos tipos de espacio: los espacios públicos y los privados. El espacio público es la trama intercelular, el tejido conectivo que une y da sentido a la ciudad (véase también Urbanismo Celular), un espacio de acceso abierto y de propiedad compartida. El espacio privado es donde se ejerce una actividad y su acceso está regulado por el propietario del espacio.

El carácter de acceso libre del espacio público de la ciudad le confiere una enorme complejidad estructural que presenta multitud de facetas o dimensiones, vamos a verlas poco a poco.

El símil computacional

Si intentamos una analogía entre la tecnología computacional y la ciudad podemos observar que la ciudad, en cierta forma, también podemos verla desde dos puntos de vista:

  • Como hardware urbano: formado por el conjunto de los elementos físicos que conforman la ciudad, un hardware donde el espacio público forma las pistas de cobre del circuito electrónico que conectan a todos los demás componentes privados del circuito integrado urbano.
  • Como software urbano: formado por el conjunto de instrucciones y rutinas que determinan cómo funciona la ciudad sobre ese soporte de hardware, instrucciones y rutinas que son resultado del despliegue jurídico, administrativo, cultural y de actividad urbana. Y al igual que en el mundo computacional resulta que sobre un mismo hardware de ciudad se pueden «correr» muy diversos programas. El ocasiones el software evoluciona por las conductas innovadoras de los propios ciudadanos que usan el espacio urbano con finalidades no previstas en su diseño, a veces entrando en conflicto con el hardware generando «fatal errors» complicados de resolver o bien generando «warning errors» que se resuelven reconfigurando el hardware.

Al igual que en el modelo computacional, el hardware urbano es pesado, bastante inerte, se modifica «enchufando» componentes, ocupando cada vez más espacio, consumiendo más energía. Es caro de construir y por tanto debe durar el máximo posible.

Es habitual que el hardware exija reparaciones y renovaciones complejas que paralizan partes más o menos amplias del circuito durante largos períodos. Tiene un coste de mantenimiento elevado y permanente, no se puede abandonar porque envejece rápidamente y luego cuesta más devolverlo a un estado funcional.

A veces sus componentes más viejos deben ser eliminados, aunque en ocasiones se salvan de la piqueta porque han adquirido un valor histórico. Cada vez que se cambia es preciso planificar cuidadosamente el crecimiento para equilibrar el coste con la necesidad y asegurar la sostenibilidad del sistema.

Por el contrario el software urbano es mucho más ligero, cambia casi sin esfuerzo, a veces es preciso reconfigurar ligeramente el hardware pero son mejoras superficiales, «obras menores». Pero aunque sea mas ligero al software urbano no hay que tomarlo a la ligera, un pequeño cambio de software puede lograr que la ciudad cambie sustancialmente de aspecto, de eficacia, de capacidad de atracción, de sostenibilidad, de color, de imagen exterior… Es sorprendente como un diseño de ciudad aparentemente pensado para funcionar con un solo propósito puede cambiar con éxito de función sin grandes cambios estructurales. Son paradigmáticos los barrios industriales recuperados para el uso residencial.

Esta capacidad del software urbano de cambiar la funcionalidad de un hardware urbano es en el espacio público donde adquiere una importancia fundamental, porque su naturaleza pública determina una alta visibilidad y una gran facilidad de adaptación al cambio.

Espacios y Vistas públicas

La ciudad en su porción observable, la que forma la escena urbana, se compone de dos elementos:

  • Los Espacios Públicos: compuestos por los espacios de dominio y uso público y por los espacios de dominio privado pero uso público. A ellos tienen acceso todos los ciudadanos y visitantes de la ciudad y el responsable de su aspecto es la administración pública.
  • Las Vistas Públicas: formadas por la porción exterior plana visible desde los Espacios Públicos de los Espacios de dominio privado o de los espacios de dominio público pero de uso privado: las fachadas de los edificios, los cerramientos y el borde externo de sus ajardinamientos.

El resto son las Vistas Privadas: formadas por la porción interior no visible desde los Espacios Públicos de los espacios privados. A esta Vistas sólo acceden sus propietarios y las personas a las que éste autorice el acceso. Hay que destacar que estos espacios forman normalmente más del 60% de la ciudad. Realmente a pie de calle sólo podemos ver una parte minoritaria de la ciudad.

El diseño y conservación de las Vistas Públicas son responsabilidad de sus propietarios aunque la administración de la ciudad suele velar por su decoro mediante una normativa volumétrica (hardware), de uso y estética (software) que determinan como funciona ese componente en la ciudad. Si se descuidan lo normal es que se exija al propietario el restablecimiento del buen aspecto y si es necesario la Administración ejecute sustitutoriamente las mejoras precisas.

Los Espacios y Vistas Públicas sumados forman la escena urbana y son determinantes para formar la impresión que produce la ciudad sobre sus habitantes y visitantes. De ahí que esta visión dual o ampliada del espacio público se convierta en el elemento fundamental que caracteriza a la ciudad.

Génesis

El Espacio Público, como espacio propiedad del «común», es decir de todos, es el resultado de los procesos de crecimiento y remodelación de la ciudad. En España, y tras muchos años de legislación sobre el suelo, es producto de los procesos reparcelatorios que tienen como resultado conjuntos de fincas o predios adjudicados a la administración pública como suelo demanial, no enajenable. Fincas finalistas que el Plan urbano suele asignar a usos viarios, de espacios verdes o de equipamientos:

  • Las fincas de viario se delimitan habitualmente cortando la trama viaria resultante en porciones rectas, unas veces definidas por las manzanas, otras según otros criterios. Habitualmente se busca que puedan ser descritas de forma sencilla y tengan proporciones regulares. Se suelen denominar mediante letras o números: calle A, calle B…
  • Las fincas de espacios verdes y equipamiento no suelen tener esos problemas y se describen e identifican sin necesidad de cortarlas en tramos.

Como resultado el espacio público desde un punto de vista jurídico, queda inscrito en el Registro de la Propiedad como fragmentos de suelo configurados según el criterio del responsable de su proceso reparcelatorio, criterio que no suele coincidir con su estructura funcional final, es decir del «software» que lo haga funcionar.

Las Vistas Públicas y Privadas se van conformando a lo largo del tiempo por los constructores y propietarios de los edificios. Las Vistas Públicas van construyendo un mosaico más o menos diverso cuyo atractivo visual depende mucho del gusto estético y del cuidado en su conservación que demuestren sus propietarios y los propios ciudadanos. Dado que es una responsabilidad compartida, proporciona al espectador una impresión certera del orgullo, interés e implicación de los habitantes por el aspecto y atractivo de su ciudad. Su aspecto está muy sujeto a modas y tendencias, pero la motivación, pautas de diseño y el apoyo económico que la administración proporcione a los ciudadanos es vital para asegurar su calidad final.

Función

Independientemente de su proceso genético, los espacios públicos pasan a formar parte de la estructura funcional de la ciudad de dos formas:

  • Sumándose a espacios ya existentes. Un nuevo tramo viario alarga una calle, un espacio verde amplía un parque o un equipamiento que crece.
  • O creando nuevos espacios.

Cuando lo que se aportan son espacios verdes o equipamientos que crean nuevos espacios, es posible que se sigan distinguiendo nítidamente en la ciudad, que conserven su individualidad, pero cuando son espacios viarios o espacios verdes aledaños al viario la realidad es que se aportan al conjunto del espacio viario urbano, se funden en el espacio público indiferenciado, se pierde su individualidad.

Para el usuario de la ciudad será difícil mantener la separación entre el espacio verde y la red viaria que tan clara resultaba para el planificador. Esa distinción se dejará al arbitrio de como queden finalmente estructuradas esas zonas.

También le será difícil visualizar esa distinción que hacen los planificadores del espacio viario según su importancia relativa en la estructura y la movilidad:

  • Arterial o metropolitana: cuando sirve para conectar la ciudad con otras ciudades
  • Primaria o principal :  cuando sirve para resolver los tráficos entre los barrios y distritos urbanos
  • Secundaria o de reparto: cuando resuelve la conectividad interna de un barrio o distrito.

En esta clasificación viaria el planificador no atiende a cómo se ha producido el proceso genético, ni le interesa cada calle o tramo vial en sí mismo, ni las denominaciones provisionales que tuvieron, sino como esos espacios pasan a forman parte de un organismo y deben tener una función que determinará su diseño final: la proporción entre los modos de transporte, su permeabilidad transversal, su ajardinamiento…

Estructura

Una vez establecido el hardware público, sobre todo en lo que respecta al espacio viario, es el momento de diseñar y correr su software. Los especialistas urbanos construyen sobre los suelos públicos las infraestructuras y los espacios finales: las calzadas, las aceras o banquetas, los pasos y vados peatonales, los circuitos de bicicletas, los jardines de acompañamiento viario, los arbolados urbanos… Todos ellos siempre sujetos a las necesidades de cada coyuntura y por tanto a mudanza constante, son software, el cambio es barato.

Pero aunque sean baratos, en realidad son los responsables de formar la escena urbana así que tienen una importancia vital para construir la «imagen externa» de la ciudad, su color, su limpieza, su funcionalidad. Multitud de aspectos que condicionan la habitabilidad y calidad final del espacio. Todos ellos independientes de la estructura jurídica subyacente y de su papel funcional en la movilidad urbana de conjunto.

Además, aunque en un momento inicial la estructura del espacio público fue el resultado de un proyecto unitario en el ámbito reparcelado, una vez «fundido» en la ciudad, la dimensión y delimitación de los ámbitos espaciales sujetos a modificación atenderán exclusivamente a criterios de oportunidad y de ajuste de la imagen urbana.

Mantenimiento

La estrategia de mantenimiento del espacio público denota claramente cómo, desde su génesis, el espacio se diversifica. Sobre él se despliegan multitud de servicios especializados públicos y privados que se ocupan de que conserve su funcionalidad en todo momento y que lo hacen siguiendo criterios muy diversos:

  • Por su funcionalidad: jardines, viarios, mobiliario, tráfico y movilidad, transporte público, redes de infraestructura…
  • Por su distribución competencial: municipales, distritales, barriales…
  • Por el reparto zonal en función de criterios funcionales o económicos

El enorme gasto que supone esta labor para la ciudad ha sido el motor que ha incidido en el éxito del concepto de smart city, que promete racionalizar y reducir el gasto de conservación, además de proporcionar otros modos de usar y compartir ese espacio.

Percepción

Al final, el Espacio Público y las Vistas Públicas forman el espacio perceptible y conductor de la ciudad, la escena urbana. Casi se puede decir que «es» la ciudad, la ciudad que se pasea, la ciudad que se ve, la ciudad que se transita, donde dormimos, trabajamos, aprendemos y nos divertimos.

Un Espacio del que cada uno se construye una imagen, un mapa mental lleno de referentes: fachadas, anuncios, perspectivas, cielos, arbolados y jardines, personas, comercios, sonidos y olores propios, monumentos, nombres y números de calle. Configurando espacios personales sin relación con su génesis, su función o su estructura urbanas. Espacios ligados a emociones, a momentos o a personas. Espacios que a veces nacen en la literatura o el mito y se materializan en la ciudad sin atender a otro criterio que su universalidad.

Espacios públicos que se convierten en ciudad porque adquieren nombre y cuerpo. Se les asigna nombre para poder ser identificados, georreferenciados en cada mapa mental personal. O se personalizan hasta el punto de que pasan a ser icónicos de la ciudad, atractores, centralidades o referentes, y en los que cualquier modificación en su aspecto, nombre o función deja de ser un problema técnico para ser un «problema personal». Porque los ciudadanos han asumido ese espacio como un espacio propio y no les gusta que nadie se dedique a trastear en su software.

Conclusión

El espacio público es complejo, se superponen los aspectos jurídicos, administrativos, funcionales, estructurales, geográficos, económicos, culturales y perceptivos. Cada uno con sus peculiaridades y sus dimensiones, reales o imaginarios, tangibles o intangibles pero todos importantes.

Ignacio Arnaiz Eguren