El concepto de Smart City, de ciudad inteligente, está teniendo un enorme éxito, ¿es un movimiento bien cimentado o es un bluff sin mucho contenido interno? Nadie sabe si realmente se implantará ni su alcance definitivo. Está claro que no puede limitarse a sistemas de parking inteligente, ni a baldosas wifi o alumbrado sensible a la presencia humana. Tampoco consiste únicamente en desplegar sensores sin cuento ni diseñar enormes centros de gestión de datos. No es una cuestión que solo competa al espacio público sino que también es fundamental que incluya el espacio privado. Su mantenimiento futuro no puede estar en manos exclusivamente del gobierno local o de empresas de servicios porque la ciudad somos todos.
Desde mi punto de vista este éxito obedece a diversas razones:
-
Es indudable que la tecnología puede proporcionar los medios para que se haga realidad el ecosistema urbano, el grid energético, la tercera revolución industrial o como se quiera llamar a esta visión orgánica de la ciudad. Aporta una idea tremendamente sugerente y avanzada en una sociedad que está enamorada de la tecnología.
-
El tejido empresarial tecnológico ha encontrado un nuevo filón de mercado, desde el par de cobre hasta la ciudad conectada hay mucho hardware que vender y muchos bits que trasegar y almacenar. (no se porqué le llaman el Big Data cuando es en realidad el Big Business)
-
Los diseñadores de ciudad, los gestores inmobiliarios y los constructores están dándole vueltas a ver como todo esto puede dar valor añadido a sus productos y posicionarles con ventaja en el mercado urbano. Por ahora observan y sólo participan si hay un proyecto concreto y no afecta significativamente al precio.
-
El tejido empresarial que presta servicios urbanos, desde la energía hasta el riego de los jardines, ha comprendido que no puede quedar a espaldas de ese cambio, así que tiene que actuar rápido para que a) no pierda sus contratos de toda la vida y b) sus contratos sigan teniendo el excelente rendimiento económico que han tenido hasta la fecha, ¡o mejor!.
-
La política local intenta digerir los nuevos conceptos procurando que no cambien sus privilegios, sino al contrario les permita ampliar su poder y añadirlo a su arsenal electoral. (todo bien armado con la sostenibilidad, el incremento de la eficacia, la mejor conservación del medio ambiente y la ciudad verde, la natural transparencia administrativa y todos los demás mantras modernos). La verdad es que hay bastantes municipios apuntados a asociaciones y «platajuntas» y algunos que realmente se están gastando el dinero, aunque creo que en unos casos son «cartas a los reyes magos» sin mucha coherencia interna y en otros son gastos para el desarrollo de infraestructuras de sistemas que no tienen en cuenta que probablemente la industria les venda lo mismo ampliado y mejorado en pocos años.
Esta visión personal un poco desalentadora del fenómeno «smart», tal y como está funcionando en este momento, no supone que personalmente no crea en él, al revés creo que el fenómeno es imparable y que todos los que he mencionado antes conseguirán sus objetivos particulares, tanto da que al final suponga o no un beneficio real para la ciudad.
Partiendo de esa base, ¿qué se puede hacer para que esta filosofía efectivamente suponga un beneficio para la ciudad? y ¿como se debe desarrollar para que consiga sus objetivos?
Intentando responder a esas preguntas y sobre la base de los conceptos que he desarrollado en este blog sobre los Componentes Urbanos, hay algunas ideas que creo que pueden ser útiles y también algunas predicciones de cómo se desarrollarán las cosas.
Sobre el proceso de cambio
-
Lo primero es pensar que la Ciudad Inteligente no podrá ser un fenómeno impuesto desde la autoridad urbana, (top-down), es decir no será el resultado de una decisión o una política emanada del gobierno, los gobiernos podrán favorecer un clima de despliegue de la ciudad inteligente, pero no serán los responsables de su desarrollo. En esta línea la infraestructura y la inteligencia del sistema no pueden ser centralizadas, creo que todos estamos de acuerdo en que deben ser distribuidas, pero el principal escollo es cómo se concibe esa arquitectura distribuida.
-
Yo pienso que la Ciudad Inteligente será un fenómeno desarrollado desde abajo hacia arriba (bottom-up). A medida que las cosas que forman la ciudad vayan adquiriendo inteligencia y personalidad en Internet, la ciudad en su conjunto será mas inteligente. Por tanto el factor de cambio será la adquisición de inteligencia por las cosas, una inteligencia sencilla que en primera instancia se limita a su capacidad para adoptar una determinada conducta en función de una situación obtenida de la lectura de sus sensores. Conducta que estará determinada por un algoritmo basado en las reglas impuestas por su propietario.
-
La diferencia fundamental está en decidir qué cosas forman la ciudad, para muchos son elementos como una nevera, una farola o un transformador, para mi las cosas son espacios. Luego lo detallo con más extensión.
-
Además esta asignación de comportamiento inteligente a las cosas deberá ser un producto industrial con éxito en el mercado. Los usuarios de la ciudad y por tanto los consumidores de ese mercado deberán desear y comprar esos productos industriales que formen el basamento inteligente de la ciudad.
-
Los consumidores en ese mercado deben comprender que con la adquisición de esos nuevos productos va a mejorar su calidad de vida, que serán productos divertidos y útiles, que serán atractivos y que… (en último lugar) mejorarán su eficacia energética, abaratarán la factura mensual de energía, el coste de los servicios urbanos o la cuantía de los impuestos o tasas. La experiencia nos demuestra que el precio o ahorro no siempre son los factores mas influyentes en la decisión de compra.
-
Los proveedores de esos nuevos productos deberán competir por ofrecer el mejor, el mas atractivo o el mas barato, cada seis meses uno mas potente. Investigarán más, mejorarán sus productos e innovarán en proporción al rendimiento económico que esas mejoras tengan en el mercado. La economía de mercado es la que ha impulsado la mejora tecnológica y también lo deberá hacer en este nuevo segmento.
-
En la medida en que el mercado provea a la ciudad de dispositivos inteligentes, capaces de informar del estado de las cosas a sus propietarios, éstos estarán en situación de compartir esa información con la ciudad, por tanto los gobiernos locales pueden ser beneficiarios en segundo plano de esos productos. Su interés debe estar orientado a crear un clima de información compartida beneficioso para ambas partes. Para el propietario de las cosas porque le suponga reducciones fiscales u otras ventajas y para el gobierno porque le permita formar un nuevo nivel de control y gestión de datos que capte el máximo posible de información relevante de la ciudad para tomar decisiones.
-
El gobierno deberá adoptar nuevas políticas para que las cosas inteligentes sirvan lo mejor posible a los intereses de la ciudad, fomentando el uso de los mas útiles y desalentando el uso de los menos útiles.
-
El cambio por tanto vendrá dado por la decisión de los propietarios de las cosas que forman la ciudad a utilizar nuevos productos industriales que mejoren la usabilidad y capacidad de sus propiedades (y por tanto su valor económico) y que entiendan como beneficioso enchufarlos (plug&play) al tejido inteligente de la ciudad.
-
Por supuesto el gobierno local, como propietario de un porcentaje importante de los elementos de la ciudad, (más del 30% de la superficie de la ciudad está ocupado por viales y parques) deberá ser el primer consumidor de estos nuevos productos. (deberá dar ejemplo)
Sobre los nuevos dispositivos
De otras entradas en este blog sobre Componentes Urbanos y geoObjetos, podéis obtener algunas ideas de como yo concibo la estructura de las cosas que forman la ciudad, esa filosofía condiciona las capacidades de estos dispositivos:
-
La cosas urbanas son espacios, por tanto los nuevos productos deben estar orientados a gestionarlos. Por ejemplo, uno de los escollos mas importantes para que un robot barredor sea eficaz es que disponga de un mapa del espacio a limpiar, de forma que en vez de moverse de forma aleatoria pueda establecer una estrategia de barrido que reduzca al mínimo el tiempo de barrido y el gasto de energía. Ello supone que el robot debe formar un mapa de su espacio de barrido basándose en sensores propios y disponer de la inteligencia adecuada para hacerlo. Todo ello se podría evitar si el mapa le fuese suministrado por la habitación o la vivienda en cuanto entra en ella. Pero eso exige que la habitación disponga de un control dinámico de los elementos que contiene y dónde están situados, (muebles, alfombras…) y de los protocolos adecuados para dar la bienvenida y despedir a los elementos que entran y salen de ella, proporcionándoles cuanta información necesiten cuando entran, tanto da que sea un robot barredor, un persona ciega o equipo informático. Es literalmente lo mismo que hace nuestro ordenador cuando le conectamos un nuevo dispositivo.
-
Otro ejemplo es el de los nuevos vehículos automatizados, que deben reconocer la forma de la calzada interpretando con sus sensores las señales y las formas visibles, pero, al igual que el robot barredor, se podrían ahorrar ese inmenso esfuerzo de mapificación si fuese la propia vía quien les transmitiese su geometría y estado, con ello además podríamos conseguir viarios de configuración dinámica.
-
Los espacios tienen una jerarquía establecida, unos se contienen dentro de otros o son adyacentes según reglas sencillas que determinan nuestro concepto de ciudad. Esta jerarquía además está ligada a los derechos reales de las personas sobre los espacios. Con ello resulta que las atribuciones jurídicas y administrativas que condicionan el uso de los espacios urbanos son conferidas por sus propietarios a los dispositivos que los controlan. Es el propietario de la vivienda quien tiene potestad para controlar la cerradura de la puerta y repartir sus llaves. Por el mismo principio las compañías de seguridad montan centrales de alarma para controlar espacios, pero nunca rebasan las fronteras del local o la vivienda, se ajustan a la configuración jurídica de los espacios.
-
Por tanto los nuevos dispositivos deben estar orientados a gestionar espacios, y debemos conseguir que el nuevo dispositivo gestor de vivienda, de oficina, de local o de industria se convierta en un producto tecnológicamente deseable de forma que los propietarios deseen comprarlos y abran la posibilidad de compartir sus datos.
-
Para conseguirlo hay algunas condiciones básicas: debe ser barato, de sencilla instalación (sin cables ni obras), de configuración simple mediante un dispositivo estándar (ordenador, tablet, smartphone), debe ser accesible por Internet, debe poder gestionar cualquier aparato u otro dispositivo contenido en su espacio de control mediante sensores y actuadores estándar, debe poder gestionar los consumos de energía y agua, la protección ante incendios, la configuración espacial de su entorno, la posición de los muebles y objetos, las condiciones ambientales de habitabilidad, los permisos de entrada de personas identificadas por biometría, certificados digitales o llaves. (Su administrador será el propietario jurídico del espacio y obtendrá el certificado de acceso al mismo tiempo que las llaves cuando adquiere el inmueble, seguro que habrá un momento en que el certificado sustituirá a las llaves)
-
Además debe disponer de capacidad para estructurar su espacio con gestores de menor nivel que controlan las piezas que lo componen.
-
Y tendrá un protocolo de integración externa: podrá recibir instrucciones o notificaciones desde dispositivos jerárquicamente superiores: gestores de planta, gestores de edificio, gestores de manzana o barrio… Y consecuentemente tendrá un protocolo de exportación de datos a esos mismos gestores, unos obligatorios establecidos por el gobierno y otros voluntarios o comerciales. Se descubrirá de forma obligatoria ante un Servicio Público de Ubicación, gestionado por el gobierno local, al que enviará su posición, geometría, telemetría y cuanta información decida compartir su propietario, lo que incluye información comercial.
Sobre los medios de implantación
Conectar la ciudad será un proceso lento, a medida que los propietarios de espacios adquieran dispositivos de control y los enchufen a la ciudad. Para un segmento importante será sencillo porque en realidad es una evolución de sus contratos de telecomunicaciones y seguridad, para otros será una carga económica inasumible e inevitablemente generarán huecos y espacios vacíos de información en los que el gobierno deberá actuar de alguna forma. Hay algunos argumentos que pueden ayudar a acelerar el proceso:
El argumento de la seguridad:
- Los sistemas de seguridad instalados en nuestras viviendas y oficinas nos garantizan que ante una intrusión física se dispara una alarma, pero no nos garantizan su sensibilidad ante otros tipos de intrusión. Además los sistemas instalados proporcionan mediante cámaras y micrófonos un acceso visual y sonoro a nuestra vivienda, pero ¿hasta que punto estamos seguros de que nadie, aparte de nosotros, tiene acceso a esa información?, ¿o de que no nos vigilan con los mismos dispositivos que hemos implementado para nuestra protección?.
- Nuestra conexión a Internet siempre está bajo sospecha, ¿alguien puede haber pinchado el router y acceder a nuestros archivos?. Dentro de poco habrá, si no los hay ya, minúsculos drones capaces de entrar por un orificio e instalarse en nuestro techo para transmitir información. ¿Serán capaces nuestros sistemas actuales de defendernos ante tales intrusiones?
Garantizar la privacidad de las personas ante un ambiente cada día más electrónico será un gran negocio en este siglo.
El argumento de la eficacia
-
Nuestra sociedad derrocha recursos porque no ha planificado y construido correctamente sus ciudades, para corregirlo es preciso medir. Alguien decía que si no se puede medir, ¡no existe!. Pues mientras no podamos medir la eficacia del metabolismo urbano no habrá derroche.
-
Medir la eficacia se puede hacer de muchas formas, una termografía de la ciudad nos da una visión de conjunto y señala a edificios «calientes» pero su utilidad es limitada. Un contador eléctrico inteligente nos puede dar mucha información sobre nuestras pautas de consumo pero poco nos dirá sobre como modificar la vivienda para ser auténticamente eficientes. La medida de la eficacia está ligada a un espacio, a una cosa urbana que tiene una frontera mas o menos permeable a la materia y la energía, y por tanto es inseparable de ese espacio.
-
En todo caso el ahorro energético, de agua o de residuos será un argumento importante para justificar la necesidad de desplegar dispositivos inteligentes sobre la ciudad.
El argumento de la modernidad
-
Nuestra sociedad consumista y hedonista se pirra por cualquier cachivache moderno y smart. Es un argumento que hay que aprovechar, no se puede ser un ciudadano moderno si nuestra vivienda no nos abre la puerta, nos saluda al entrar y enciende nuestro televisor en el canal apropiado al momento del día.
-
Es preciso aprovechar los aspectos lúdicos o de confort que pueden aportar estos dispositivos para contribuir sin esfuerzo a hacer la ciudad mas inteligente. En este blog al hablar de geoObjetos comento como Google ha construido la base de datos mas útil del mundo guardando los textos que buscamos asociados al momento y lugar donde se solicitan. Literalmente conocen los deseos del mundo en tiempo real. ¡Eso si que es un big data inteligente!. Aprovechemos las lecciones aprendidas… ¡Tenemos al gobierno de nuestra parte!.
¿En resumen que hace falta?
Pues hacen falta algunas cosas:
-
Un estándar industrial. Yo creo que en estas cosas los gobiernos deben instar a la industria a que se reúna para crear un estándar, más que ponerse ellos mismo a hacerlo. Al final es lo que ha pasado en casi todos los ámbitos tecnológicos. No es que sea imprescindible porque ya estamos hechos a tener que integrar pero facilita mucho las cosas.
-
La concepción de un producto. Si la industria concibe un producto capaz de concitar el interés público y aporta imaginación para conseguir integrar nuestros, cada día más, hogares electrónicos y sobre todo, abandona el modelo de domótica como sistema cerrado hacia el de urbimática como modelo abierto a la ciudad, entonces habremos dado un paso de gigante hacia la ciudad inteligente.
-
Un impulso institucional. Aunque parezca un poco irónico a veces basta con ¡no estorbar!. Pero lo lógico es que haya políticas fiscales y tarifarias que incentiven la instalación de nuevos dispositivos. Sobre todo cuando contribuyen a informar a la ciudad.
-
Una buena campaña publicitaria, aunque en este mundo de Internet a veces las cosas se difunden viralmente por canales insospechados.
No hace falta mucho más, el resto se irá creando a medida que se necesite. Cuando se creó Internet solo había unos pocos servidores conectados y no lo conocía nadie, ahora hay millones de servidores y ningún gobierno del mundo se preocupó de fomentar su crecimiento. Si al final todo esto es útil podemos aventurar una nueva ley de Moore: cada año se duplicará el número de sensores activos en la ciudad.
Ignacio Arnaiz Eguren
Director de Innovación – Arnaiz & Partners SL