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Durante la última década el urbanismo se ha empeñado en establecer que el crecimiento urbano es compatible con el concepto de sostenibilidad, entendido como la necesidad de trasladar el mundo a las generaciones futuras en las mismas o mejores condiciones en las que está ahora.

Desde mi punto de vista de biólogo conservador he evitado desde hace muchos años ver las cosas desde un punto de vista catastrofista. La magnitud del planeta y la fortaleza de la vida siempre han pesado más que el potencial perjuicio de la acción humana. Pero es preciso rendirse a la evidencia y pensar que no vamos por buen camino, que dejar para mañana lo que podemos hacer hoy (el popular concepto de procastinación) nos puede conducir a una situación irreversible. 

Introducción

La superficie antropizada del planeta, es decir la transformada por la actividad humana, ocupa en este momento dos terceras partes del espacio terrestre. Ello supone que el ecosistema prexistente ha sido parcial o completamente sustituido por un sistema humano.

Las porciones del planeta restantes no han quedado intactas por una voluntad humana de preservación, sino porque su antropización era muy costosa como en el caso de las selvas amazónicas o africanas, o porque no tienen aprovechamiento económico posible como los desiertos calientes o los desiertos fríos polares. Y asumiendo, como un hecho comprobado, el calentamiento global del planeta, incluso estos ambientes extremos ya están en peligro de cambio catastrófico.

Así vista la situación, lo que tenemos es un planeta que ha desarrollado vida compleja y diversa a lo largo de 5.000 millones de años (un tercio de la edad del universo), y que está siendo exterminada en el ridículo plazo de 300 años.

En esos 5.000 millones de años han pasado muchas cosas, entre ellas varias extinciones masivas, todas ellas por causadas por catástrofes naturales, pero ahora mismo se está produciendo una última extinción masiva, en esta ocasión causada por la actividad suicida de una sola especie.

En la dinámica de poblaciones, la superpoblación explosiva de una especie suele ser causa de alteraciones catastróficas de su hábitat, incluso con riesgo de extinción, pero se provocan por especies que obedecen ciegamente a su mandato genético. En nuestro caso se provoca por una especie que es consciente del daño y del peligro.

Esa conciencia del daño al planeta penetra poco a poco en la sociedad informada (una minoría) y se concreta en innumerables movimientos de protección del mundo natural. Unos de carácter científico serio y riguroso, otros populistas que aprovechan para pescar en aguas revueltas, incluso algunos religiosos que vaticinan el fin del mundo. Pero precisamente por su fragmentación tantos movimientos no podrán detener, ni siquiera atenuar, este proceso de degradación planetaria.

Yo diría que la especie humana se enfrenta a una responsabilidad universal. Por ahora parece que la vida es un fenómeno raro, al menos en nuestra parcelita de universo, y nosotros nos estamos cargando un ejemplo increíble de vida. Estamos atentando contra el Patrimonio Natural Universal, si en el futuro sobrevive la especie humana o llegan visitantes extraterrestres mirarán atónitos este genocidio.

Análisis

El crecimiento de la población humana se está ralentizando, las estimaciones la sitúan en 12.300 millones de personas en el año 2100. Parece que los descensos de natalidad producto del desarrollo económico y cultural están actuando por fin a escala global. Por el contrario, lo que se producirá es un incremento de la vida media y una inversión de la pirámide de edad, fenómeno que puede agudizarse si las técnicas de alargamiento de la vida humana consiguen lo que prometen, y no hay duda de que lo conseguirán.

Parece que el problema de las ciudades no vendrá dado por un crecimiento demográfico geométrico, sino más bien por un fenómeno de concentración de toda la población rural en las ciudades y un crecimiento de la urbanización que convertirá en continuos urbanos a grandes áreas de los países más densamente poblados.

Ante estos desafíos notables e inevitables hay que definir un nuevo urbanismo basado en las siguientes (y claramente utópicas) condiciones:

Uno) Limitación del espacio urbano.

La teoría urbanística establece que las áreas urbanas actuales oscilan entre un mínimo de 70 hab/Ha y no deben superar los 400 hab/Ha. Aunque ha habido épocas donde la densidad ha llegado a alcanzar los 1.400 hab/Ha como en Manila hacia 1830, actualmente la densidad media es aproximadamente de 400 hab/Ha.

Si toda la población humana prevista para el año 2100 se concentrase en una ciudad poco densa de 70 hab/Ha ocuparía 1.556.962 km2, la superficie aproximada de Mongolia o de tres Españas. En una ciudad densa de 400 hab/Ha podríamos alojar a toda la población humana en una superficie similar a España.

Dado que no es viable el abandono de las ciudades actuales y su concentración en una única ciudad, se deberá establecer un ámbito urbano máximo para cada una de ellas, de forma que deberán ser los procesos de mejora urbana y densificación los que permitan incrementar su población.

Para reducir el estándar de superficie urbana media y favorecer la densificación podrán estimarse medidas globales como:

  • decremento de la superficie de las viviendas
  • reducción al máximo del espacio dedicado a red viaria gracias a la reducción drástica de las necesidades de movilidad por el teletrabajo, la impresión 3D, el teleocio, la administración electrónica, la telemedicina o el teleturismo
  • incremento de la altura de la edificación formando esas ciudades multinivel que siempre nos ha presentado la ciencia ficción
  • y por supuesto la renuncia a los grandes espacios abiertos sustituidos por el ajardinamiento local y los edificios verdes

Es preciso un convenio mundial de limitación del espacio urbano.

Dos. Limitación del espacio agrario/ganadero/piscícola

La superficie de tierra cultivable por persona en el mundo ha bajado de 0,37 a 0,19 Ha/hab desde 1961 a 2015 (World Bank Group). La progresiva sofisticación agrícola es probable que reduzca aún más ese indicador para final de siglo. Las técnicas agrícolas, ganaderas y piscícolas son progresivamente más eficientes. Sin duda la agricultura de finales de siglo estará dominada por cuatro tecnologías: la agricultura robotizada, los cultivos intensivos cubiertos basados en técnicas hidropónicas, la mejora genética y los alimentos obtenidos por síntesis bacteriana. Pongamos que con todo ello alcanza un límite estable de 0,15 Ha/hab.

Con ese límite la necesidad de tierra cultivable para soportar a toda esa población sería de 18.450.000 km2, un poco más de la superficie actual de Rusia o la suma de Canadá y Estados Unidos.

La tendencia actual es muy diversa, en los países desarrollados poco a poco la despoblación rural está abandonando grandes zonas de bajo rendimiento agrícola, algunas se renaturalizan rápidamente, otras están abocadas a la desertificación. En otros países el suelo agrario está creciendo a costa de las selvas amazónicas. En conjunto la tendencia es hacia la reducción.

Es preciso un convenio mundial que identifique los espacios actuales más productivos, concentre en ellos la producción y preserve el resto del espacio para su evolución ecosistémica natural. Se deberá abandonar por completo la pesca en alta mar y ser sustituida completamente por espacios marinos cerrados de piscicultura.

Todas las necesidades humanas de vegetales y ganadería, incluida la madera, deberán ser satisfechas utilizando los recursos existentes en el espacio agrícola delimitado. Si se produce un incremento de la necesidad de recursos se deberá resolver mediante la mejora de la eficiencia.

Tres. Aislamiento

El metabolismo urbano debe independizarse al máximo de las zonas naturales colindantes. La antropización, por ligera que sea, modifica de forma irreversible los ecosistemas naturales. Ese aislamiento afecta a todos los posibles intercambios: energéticos, gaseosos, biológicos o hidráulicos. Esto supone que, en cierta forma, la especie humana se ha convertido en una especie tóxica para el planeta y que debe estar aislada.

Es preciso un programa mundial de aislamiento del metabolismo urbano y agrícola del espacio circundante, que utilice a fondo todos los sistemas actuales de control y reutilización de energía y residuos para lograr un metabolismo humano de impacto cero.

Cuatro. Protección dinámica

Se debe liberar el máximo de espacio terrestre para que pueda ser recuperado por los ecosistemas naturales. No se trata tanto de proteger su estado y composición actuales, como de proteger su dinámica y mecanismos naturales de evolución, mecanismos que en muchos casos no somos capaces de ver o comprender dada la lentitud a la que se producen con respecto a la dinámica humana.

Deberá haber un convenio mundial de ayuda a la recuperación rápida de la dinámica natural de los ecosistemas actuales y de los que se creen por abandono de la actividad humana en ellos.

Cinco. Traslado

Si la tecnología humana nos ha permitido habitar y transformar ecosistemas hostiles a la vida humana, hemos de potenciar al máximo esa capacidad para ocupar los espacios terrestres que no son capaces de soportar vida natural, precisamente los desiertos calientes y fríos y la superficie o profundidades de los desiertos marinos.

Con los consumos de suelo urbano y agrario antes indicados toda la población humana del siglo XXII podría vivir en una superficie equivalente a Canadá, Estados Unidos y México. O mejor al espacio ocupado por todo el norte desértico de África y Arabia, o todo el centro semidesértico de Asia, dejando libre el resto del espacio terrestre.

Es preciso un convenio mundial que favorezca la urbanización del espacio inhóspito del planeta liberando a cambio el máximo de espacio posible a la dinámica natural.

Todo esto supone iniciar una revolución completa en nuestra forma de hacer ciudades, en su posición y formas de administración y en su metabolismo e interacción con su medio. Hasta el punto de que no puede haber mucha diferencia entre un hábitat humano en la tierra, frente a un hábitat humano en el espacio, en el primer caso porque el hábitat humano es hostil a su entorno y en el segundo porque el entorno es hostil al hábitat humano.

Si la tecnología de fusión cristaliza en algo usable, el aprovechamiento de la radiación solar se hace más eficiente, se optimiza el consumo de energía en los procesos industriales y urbanos y se elimina por completo la dependencia de los combustibles fósiles, no hay duda de que grandes poblaciones humanas pueden sobrevivir en la tierra sin necesitar más recursos naturales que un espacio limitado, agua salada, sol y minerales obtenidos por excavación profunda o directamente del agua de mar.

Conclusión

El crecimiento urbano sostenible es un mito, no puede haber crecimiento sin impacto negativo, en realidad el planeta ya ha sido gravemente afectado por el crecimiento de la actividad humana. La única solución viable es una modificación drástica de nuestra forma de interacción con el planeta.