En una entrada, ya antigua, de este mismo blog (¿Vamos bien encaminados para llegar a la ciudad inteligente?) hice algunos comentarios sobre el proceso de cambio, los nuevos dispositivos y los medios de implantación de la Smart City. Creo que aún son vigentes. Pero en esta entrada quiero profundizar un poco más para responder a las preguntas sobre el desarrollo de una Smart City: Quién, Cómo, Cuándo y Qué se debe hacer.
Ya hay muchos tópicos escritos sobre los desafíos a los que se enfrentan las ciudades del futuro: el envejecimiento demográfico, la inmigración rural, el cambio climático y los riesgos naturales, los problemas de suministro de energía, el bajo nivel de urbanización y la edificación deficiente, la informalidad y la inseguridad, los problemas de movilidad, la desigualdad social y el desempleo juvenil… Nuestras ciudades sufren de estrés y parece que la tendencia es a que se agudice.
Y ante este panorama, aparentemente tan desalentador, siempre hay una interpretación positiva: nunca como antes la humanidad es más consciente de que todos somos uno, subidos en un frágil planeta y con la ineludible necesidad de entendernos. La cultura, las oportunidades de desarrollo personal y de empleo nunca han sido tan accesibles como ahora. Hoy la humanidad está en clave de progreso, todos sabemos que el mundo puede ser mejor, nadie se plantea que la vida de sus hijos será igual que la suya, será distinta, esperemos que mejor. Una forma de pensar que es bastante nueva, solo tres o cuatro generaciones nos separan de un mundo en el que los padres esperaban para sus hijos lo mismo que ellos tuvieron.
Todo está sujeto a cambio, la agricultura, la ganadería, la minería, la industria, el comercio, la educación, el ocio, la medicina, la física, la química, la energía, la biología, la gobernanza, el transporte o la movilidad. No hay ningún sector de la actividad humana que se mantenga a cubierto del cambio. Y eso es porque nuestra actitud ya no concibe la vida sin cambio, sin progreso. El efecto más importante de la globalización es precisamente ese cambio de mentalidad, una mutación que se ha convertido en el satán de las religiones y culturas tradicionalistas, sabedoras de que si ese virus infecta a sus juventudes, su modo de vida inevitablemente cambiará.
La multiculturalidad es el resultado de la necesaria convivencia entre los valores tradicionales y la actitud de progreso, porque la capacidad para fusionar lo antiguo con lo moderno determinará el éxito o el fracaso de las culturas tradicionales. Y las ciudades son el marco decisivo donde conseguir esa capacidad de fusión. Es en ellas donde el espacio de convivencia puede jugar como aglutinante, donde el contacto enriquece y se puede diluir el rechazo o el miedo al ajeno, al extranjero, al desconocido, donde aparecen nuevas culturas que ya no están ligadas a un territorio, a una religión o a una raza y que se difunden como la pólvora por Internet para cristalizar en el espacio urbano..
En este ambiente, todos los actores urbanos necesitan adoptar decisiones, los desarrolladores para concluir buenos negocios, los industriales y comerciantes para localizar su actividad en el lugar más oportuno, los ciudadanos para encontrar un lugar donde vivir, trabajar y formar sus familias, los visitantes para aprovechar al máximo su tiempo de ocio, los regidores para proporcionar a todos un marco urbano adecuado, bien equipado y eficiente, que sea orgullo de sus ciudadanos. Decisiones que exigen conocer la ciudad y precisamente si algo caracteriza a esta sociedad es su vocación de formar una cultura del conocimiento.
Aquí es donde aparece el concepto de Smart City que pretende aplicar tecnología para conseguir esos objetivos y que está teniendo un enorme éxito, pero la tecnología no puede limitarse a sistemas de parking inteligente, ni a baldosas wifi o alumbrado sensible a la presencia humana. Tampoco consiste únicamente en desplegar sensores ni diseñar sistemas de big data. Estamos en un momento donde los sistemas de mas éxito son los que intentan integrar la multiplicidad de plataformas, interfaces y minisistemas que la industria ha aplicado a la ciudad: por eso es preciso que se inste a la industria a crear estándares que faciliten el despliegue de sistemas.
Por todo ello creo que es el momento para obtener una respuesta a las preguntas ya enunciadas: Quién, Cómo, Cuándo y Para qué el desarrollo de la Smart City.
Quién debe hacerlo
Hacer ciudad no es solo responsabilidad de la gobernanza de la ciudad, es de todos los ciudadanos. No olvidemos que un porcentaje muy elevado de la ciudad es espacio privado. En España solo hacen ciudad los desarrolladores (entre a los que incluyo las empresas de infraestructuras) (bien es cierto que a veces los gobiernos actúan como desarrolladores), pero lo que quiero decir es que tanto el espacio público como el espacio privado se construyen por el desarrollador. Una vez construido, el espacio público se cede a la gobernanza, que se ocupará de su conservación y mantenimiento. En otros países el mecanismo es diferente y el espacio público siempre se construye por la gobernanza, o incluso en algunos casos toda la ciudad es completamente construida por la gobernanza.
Desde mi punto de vista español, la respuesta a la pregunta es clara: en los nuevos espacios urbanos la Smart City la construyen los ciudadanos, en los espacios privados la construyen también los ciudadanos y en los espacios públicos ya existentes la construye su conservador, normalmente la gobernanza.
Para implicar a los ciudadanos y desarrolladores es preciso que la industria haga productos capaces de concitar el interés público por su utilidad. Si ahora todos usamos un smartphone no es porque la gobernanza nos lo haya impuesto sino porque aporta innegables ventajas para todos.Los ciudadanos deben llegar a la conclusión de que adquirir nuevos productos va a mejorar su calidad de vida, que serán productos divertidos y útiles, que serán atractivos y que… (en último lugar) mejorarán su eficacia energética, abaratarán la factura mensual de energía, el coste de los servicios urbanos o la cuantía de los impuestos o tasas. La experiencia nos demuestra que el precio o ahorro no siempre son los factores mas influyentes en la decisión de compra.
La industria , debe abandonar el modelo de domótica como sistema cerrado dentro del hogar hacia el de urbimática como modelo abierto a la ciudad, conectar los espacios privados con el los públicos para poder concebir la ciudad como un gran organismo cibernético. Los proveedores de los nuevos productos deberán competir por ofrecer el mejor, el mas atractivo o el mas barato, cada seis meses uno mas potente. Investigarán más, mejorarán sus productos e innovarán en proporción al rendimiento económico que esas mejoras tengan en el mercado. La economía de mercado es la que ha impulsado la mejora tecnológica y también lo deberá hacer en este nuevo segmento.
Pero además de construir Smart City en su ámbito de responsabilidad, la gobernanza tiene una obligación prioritaria: planificar, fomentar, coordinar, ayudar o incluso exigir la implantación de soluciones Smart City. Proporcionar un impulso institucional con políticas fiscales y tarifarias que incentiven la instalación de nuevos dispositivos. Sobre todo cuando contribuyen a informar a la ciudad. En la medida en que el mercado provea a la ciudad de dispositivos inteligentes, capaces de informar del estado de las cosas a sus propietarios, éstos estarán en situación de compartir esa información con la ciudad, por tanto los gobiernos locales pueden ser beneficiarios en segundo plano de esos productos.
Cómo debe hacerlo
Ya comenté en otras entradas que la Smart City no puede ser el producto de una acción expresa. No es algo que se compra y se instala. No son solo aparatos y conexiones. La Smart City es un nuevo paradigma de funcionamiento de las cosas y las personas de la ciudad que se pone en marcha cambiando, ampliando o extendiendo los procesos ya existentes de construcción, mantenimiento y uso de la ciudad. Deben cambiar las costumbres y las conductas de todos, debe cambiar la legislación y las ordenanzas, deben cambiar los planes y proyectos, debe cambiar la forma de construir, de usar y de conservar. El gobierno deberá adoptar nuevas políticas para que las cosas inteligentes sirvan lo mejor posible a los intereses de la ciudad, fomentando el uso de los mas útiles y desalentando el uso de los menos útiles.En muchas ocasiones son cambios sutiles de comportamiento, en otras son nuevas, evidentes y costosas características de las infraestructuras, de las edificaciones, del mobiliario urbano o de los medios de transporte.
La gobernanza, en su papel de fomentar el desarrollo de Smart City, lo podrá hacer aprobando planes, formando a los agentes urbanos y a los ciudadanos, financiando iniciativas, aprobando cambios legislativos. garantizando la privacidad de las personas ante un ambiente cada día más electrónico.
Por supuesto la gobernanza, como propietario de un porcentaje importante de los elementos de la ciudad, (más del 30% de la superficie de la ciudad está ocupado por viales y parques) deberá ser el primer consumidor de estos nuevos productos. (deberá dar ejemplo)
Cuándo debe hacerlo
Cuando digo que se pone en marcha no quiere decir que se consiga a corto plazo, seguramente será un proceso sin final, precisamente porque estamos inmersos en una cultura del cambio. Nuestra ciudad ya no será la ciudad de nuestros hijos ni mucho menos la de nuestros nietos. Simplemente hay que poner las cosas en marcha y poco a poco, sin casi darnos cuenta pintarán un escenario nuevo. Es como la telefonía móvil o la televisión por datos. Un día se ven como ciencia ficción y diez años después nadie recuerda cómo vivíamos sin ellas.
Lo que sí tenemos por cierto es que hay que empezar ya mismo, porque muchas posibles acciones, como luego veremos, no exigen grandes inversiones, ni tecnologías disruptivas, a veces solo precisan un cambio de actitud.
Qué debe hacer
Al repasar la literatura sobre Smart City y la oferta de productos existente, aparece un universo de productos, recomendaciones, casos de éxito, (los casos de fracaso no suelen documentarse). Una jungla en definitiva que hace complicado tomar decisiones, vale hay que moverse, pero ¿en que dirección?. ¿Hay que hacer una evaluación previa del estado de la ciudad, tomar la temperatura al enfermo, hacer un diagnóstico y proponer un tratamiento?. Quizá se nos pase el tiempo en dudar y al final no hagamos nada. ¿O es mejor tomar al toro por los cuernos y buscar una acción económica, resultona y rápida que demuestre la voluntad de la gobernanza por mejorar la ciudad?. Pero quizá nos equivoquemos y al final el enfermo empeore.
Bueno, veamos los campos posibles de actuación. Sin intención de ser exhaustivo hay multitud de campos de actuación susceptibles de adoptar estrategias de Smart City, cada uno de los enunciados tiene a su vez varios actuaciones a contemplar que no detallo:
- Medio Ambiente: clima, calidad del aire, calidad de las aguas, calidad del suelo, ruido, parques y jardines, riesgos naturales
- Infraestructuras: electricidad, alumbrado, agua, saneamiento, limpieza y residuos, gas, calefacción, telecomunicaciones, riego, hidrantes
- Urbanismo: planificación, informalidad, edificación, vía pública, mobiliario urbano
- Movilidad: señalización, tráfico, transporte, estacionamiento, puntos de conflicto, accidentalidad
- Medio social: atención social, salud, educación,cultura, deporte, seguridad y protección civil, ocio, información ciudadana, bienestar social, renta, innovación.
- Economía: fomento empresarial, ferias y mercados, turismo, empleo, población excluida, demografía, actividad industrial, actividad comercial, actividad de oficinas, actividad residencial, precios del suelo, precios de la edificación, oferta inmobiliaria, demanda inmobiliaria
- Gobierno: participación ciudadana, patrimonio, finanzas, gestión interna, posicionamiento internet,
Dado que realizar un análisis para todos estos campos de actuación, excede de la cantidad de trabajo que estoy dispuesto a realizar en este blog, escogeré a modo de ejemplo uno de cada grupo:
- Calidad del Aire: Instalación de estaciones de medida del nivel de CO2
- Telecomunicaciones: Instalación de antenas de WiFi públicas
- Planificación: Suelo urbano disponible
- Accidentalidad: Número de accidentes mortales
- Seguridad: Número de asaltos a personas
- Precios de Suelo: Precio por zona
- Participación Ciudadana: Incidencias en vía pública comunicadas mediante móvil
Asignaré a cada actuación cuatro variables:
- Coste económico: estimado en tres grados, bajo cuando es obtenible mediante un contrato menor, medio cuando su coste no supera los 50.000 euros y alto cuando supera los 100.000 euros.
- Plazo de obtención: indica si el dato es preciso para tomar decisiones en minutos (bajo), en días (medio) o en meses (alto). Este parámetro es fundamental para la toma de decisiones.
- Aportación funcional: alta cuando su resultado es crítico en la toma de decisiones, media cuando es importante, baja cuando no afecta de forma significativa
- Visibilidad: establece si los beneficios serán más o menos perceptibles por la ciudadanía, baja supone que sólo será útil para colectivos especializados, media que será útil para ciudadanos con implicación en la gestión de la ciudad y alta que será perceptible por todos los ciudadanos.
El siguiente cuadro indica los campos seleccionados y los pesos para cada variable, son una estimación metodológica, un análisis en profundidad probablemente los retoque:
Si construimos un gráfico que intente reflejar las cuatro variables quedaría de esta forma:
Se observa que una aplicación de móvil para incidencias tiene un coste bajo, su información es útil para adoptar decisiones rápidas, no tiene un aporte funcional muy elevado porque suelen existir mecanismos alternativos pero consigue una alta visibilidad por la ciudadanía.
Conclusión
El análisis de las actuaciones de Smart City a realizar debe tener en cuenta al menos estas variables, pera será fundamental conocer el entorno social y tecnológico de la ciudad existente, priorizando las soluciones para los problemas mas urgentes, adecuando la tecnología aplicada a la capacidad para asumirla de sus agentes urbanos, distribuyendo en el tiempo el despliegue, usando los recursos para obtener el máximo rendimiento posible, colocando cimientos que permitan progresar y aprovechando las lecciones aprendidas de otras ciudades que han instalado sofisticados sistemas que no es posible mantener y terminan convirtiéndose en chatarra pagada con dinero público.